miércoles, 12 de diciembre de 2012

Comienza otro calvario...

La entrada en una UCI neonatal impresiona. Empiezas por lavarte en la entrada, y lo haces a conciencia. Incluso diría que algún quirúrgico no se frota tanto las manos como algunos padres-madres de prematuros. Te pones una bata verde, unos patucos verdes, un gorro verde, y guantes porque no hay... Vas pasando salas repletas de incubadoras con sanitarios pululando entre ellas sin prestar mas atención a la banda sonora de fondo ¡bip-bip-bip...!, monitores sonando sin cesar. Un ruido estridente al inicio que al final te es familiar y monótono como el ruido de la lluvia en el tejado.

Cuando llegas al destino indicado, asomas con miedo a lo que te vas a encontrar. Una sala con 6 incubadoras, una gran mesa en el centro con un montón de papeles del tamaño de una sábana, y sanitarios a su alrededor.
Te deben ver la cara de susto porque enseguida viene alguien y te indica. Te acercas con reparo a la incubadora y ves a esa personita que dicen que es tu hijo. Quien te lo iba a cambiar...

Pequeño, casi diminuto, rojizo, piel casi transparente que insinúa la circulación por debajo, cubierto de una especie de vello, cabeza redondeada, mejillas hundidas, párpados inflamados, brazos que casi llegan a las rodillas, y lo que mas te impacta, una mirada triste necesitada de cariño. Y todo esto rodeado de cables por todo su pequeño cuerpo. Una pequeña pantalla con una serie de números y gráficas cambiantes, ¡bip-bip-bip...!, ese sonido otra vez...

Introducir la mano en la incubadora, notar ese ambiente cálido y húmedo a la vez, acariciar esa piel tersa y colocar el meñique en su mano, notar como te lo agarra y un escalofrío recorre tu cuerpo...
¡bip-bip-bip!, continúan los monitores en alegre comparsa; las enfermeras parecen no oír mientras continúan escribiendo en esas sábanas (las gráficas de enfermería donde se registra todo lo que pasa cada día a cada niño, constantes, ingesta, deposiciones, diuresis,...). ¡Que horror, no hay quien aguante!.

Se aproxima hacia la incubadora una de ellas; creo que se presentó con su nombre y me indicó que era la enfermera encargada de velar por mi hijo, y comenzó a explicarme. Intentaba usar un lenguaje no técnico para explicar para que servía toda esa maquinaria de la que salían un montón de cables que iban a parar a mi hijo. Yo la verdad es que tan apenas la escuchaba; sólo veía lo que había en la incubadora, abstraído de la realidad, emocionado y a la vez temeroso de lo que se avecinaba...
Levante la mirada y le susurré, casi con miedo a hablar y sobresaltar la calma que desprendía ese útero mecánico que albergaba el tan deseado fruto de nuestro amor, que era médico, residente de pediatría para mas señas por entonces, y que ya sabía de que iba. Pregunté por las variables antropométricas, peso 720 gramos, talla 32 cm, perímetro cefálico 24'5 cm (gran retraso del crecimiento, pero lo mas importante es la edad gestacional). Observé que tenía cierta dificultad para respirar (distrés), que no precisaba oxígeno suplementario, que había comenzado nutrición parenteral, y por lo demás iríamos viendo...

A continuación me explicó las normas de la unidad. Lo mas impactante fue el horario de visitas, ¡media hora por la mañana y media hora por la tarde!. Entonces caí, mi hospital era igual, y nunca me lo había planteado... A dios gracias esto ha cambiado y en la actualidad casi todas estas unidades son abiertas. Eso quiere decir que los padres-madres tienen entrada libre durante todo el día y la noche. Yo siempre les recuerdo a los compañeros que nosotros los tenemos en depósito, que sus progenitores nos los confían, pero que son sus hijos y no nuestros...

En próximos episodios hablaremos de la jerga médica, de como los padres-madres adquieren y asimilan el lenguaje médico al suyo propio, y de las complicaciones de los prematuros según vayan surgiendo...

1 comentario:

  1. Este post contando tu experiencia me recuerda a la mía, vivida recientemente con el nacimiento de hijo.
    Martín no fue prematuro, al contrario, cuatro kilos de criatura que me hicieron imposible el parto, lo que me llevó a "probar" mi servicio en mi propio hospital, el quirófano y la reanimación.

    Obviamente jugaba con ventaja, sabía donde iba, lo que me iban a hacer y a las personas que me encontraría allí, aún así o precisamente por eso, temblaba como una hoja.
    Tras la experiencia, he cambiado algunas cosas que hacía mal sin darme cuenta en mi trabajo, también he animado a mis compañeros a cambiarlas, son pequeñas cosas, pero importantes cuando estás al otro lado de la cama: anticipar el protocolo de calmantes, bajar la luz y el tono de voz o conseguir más biombos para dar un pelín más de intimidad al paciente, dentro de lo posible.

    También intento cambiar el tema visitas, aunque estuve un par de horas, agradecí muchísimo poder tener cerca a mi pareja y a mi madre, ver una foto de móvil de mi hijo, que se habían llevado apresuradamente a neonatos y no había podido verlo. Y otra cosa, ésta más difícil de conseguir, que los pediatras se acerquen a reanimación e informen del estado del bebé a la madre, en mi hospital pasan horas hasta que puedes verlo y la incertidumbre y nerviosismo que se pasan es horroroso.

    En definitiva, gran entrada, creo que éstas experiencias son necesarias para que algunos cambiemos las cosas, o al menos lo intentemos.

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