jueves, 25 de octubre de 2012

Todo tiene un comienzo...

Y nuestros comienzos se remontan al siglo pasado...
Yo quería familia y ella no, y no porque no le gustaran los niños, sino porque su hermano falleció por una enfermedad degenerativa muscular que quizás pudiera ser hereditaria, pero eso no se sabría puesto que no había diagnóstico exacto.
Una vez vencidas las reticencias, cosa que costó algunos años, nos pusimos "manos a la obra". Y mira por donde luego no llegaba nada, mes tras mes la misma historia...
Como el tiempo corría decidimos visitarnos para descartar causas orgánicas (hay que tener en cuenta que la mayoría de las veces el problema es del varón), pero no parecía haber problemas por ninguna de las dos partes.
Y con el tiempo llegó, y estoy seguro que fue tras una noche de desenfreno en las fiestas de San Lorenzo de Huesca... diga lo que diga la ginecóloga. Y en algún otro post contaré la prueba del algodón.
Y a la primera falta ya sabíamos lo que había (5-6 semanas de gestación). Y esto provocó un cambio en nuestra relación a mejor todavía. Vivíamos en un estado de felicidad continua, como el primer amor de un adolescente. Era la embarazada mas guapa del mundo, la mas contemplada y mimada...
Todo iba viento en popa, incluso dejó de tomar la medicación antihipertensiva porque ya no la precisaba.
Sobre las 12 semanas de gestación le realizaron la biopsia corial sin incidencias, salvo porque me tuvo "esclavizado" 3 días (las cosas del reposo absoluto).
Un tiempo mas tarde recibí una llamada "de la casa" para informarme que el cariotipo del niño era normal y que podía pasar a recogerlo. 
- ¿Perdón?.
- Como, ¿no sabía nada? (imaginen mi tono de voz).
- Como lo voy a saber si me acaba de llamar, y no sabía ni que era de la casa...


Y así todo seguía hacia delante y como ella decía, "si pudiera elegir, mi estado natural sería embarazada". Hasta que...

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